19/2/11

Sobre Tauromaquia, Veganismo, Derechos de los Animales... (Parte I)

Hace unos días, un blogero peruano me pedía mí opinión sobre una entrevista que había hecho en su blog a un filósofo; Alejandro Martín Navarro.  Dado lo interesantes que me parecieron las preguntas que se planteaban y las respuestas que se daban, decidí corresponder a la invitación, y aquí está el resultado.

En rojo figuran las preguntas que se le hacían a Alejandro, en negro sus respuestas, y en azul mis opiniones:

En una primera opinión dejé claros un par de conceptos sobre dos afirmaciones que hacía el filósofo:

Interesante hasta donde he leído. Tan sólo, de momento, dos apuntes, que son dos errores de peso en la argumentación de tu invitado: el gato no mata por diversión, sino como entrenamiento como cazador, dictado por su instinto y por su aprendizaje, y el toro no es una animal salvaje que se preste al combate o la lucha, sino un animal domesticado, con rasgos un tanto especiales, al que se le provoca dolor y sufrimiento para que defienda su vida.. 

¿Coincides con Savater en que el titular de un derecho, debe ser consciente de ello (algo imposible en los animales)?

No exactamente. Creo que es necesario ir más allá de la visión metafísica de lo moral: hay que entender que no existe una moral natural, en el sentido de un código de conducta y de buenos sentimientos arraigado en nuestra naturaleza. La naturaleza no conoce autolimitaciones. Es la inteligencia del hombre la que, como medio para su mejor autoconservación, inventa y desarrolla la idea de “derecho”, entre otras muchas. Creo que lo esencial en la idea de derecho es su “incondicionalidad”. Pero precisamente por eso no tiene sentido aplicarla a quienes usamos habitualmente como medios: no tiene sentido comer animales y experimentar con ellos vacunas contra el cáncer, pero luego decir que las corridas de toros y la caza de focas “violan sus derechos”. Se puede legislar, por supuesto, pero es un error peligroso plantear esas cuestiones en términos de “derechos animales”. 
Me gustaría saber la razón por la que algunos se empeñan en limitar su visión del mundo animal, a través de su especie, la humana, como algo que sólo tiene utilidad como un medio para la obtención de beneficios para su provecho personal. En la experimentación animal, aunque esté muy cuestionada en los colectivos animalistas, son más las especies beneficiadas. Yo, como veterinario, he dicho en numerosas ocasiones que los animales en general se ven beneficiados de este tipo de investigaciones. Son muchas las vacunas las obtenidas para la prevención de enfermedades en otras especies diferentes a la humana, y muchos los tratamientos descubiertos para curar sus dolencias, y muchas las técnicas quirúrgicas que salvan vidas en otras especies. Lo que se cuestiona ahora, y no sólo por los colectivos defensores de los animales, es que, con la evolución que han tenido los conocimientos científicos en los últimos años, existen métodos de investigación alternativos, que dejan obsoletos los métodos clásicos de investigación científica en los que se utilizaban animales vivos, en muchos de los experimentos que se realizan con ellos. Los fines, en ocasiones, pueden justificar los medios, pero no se puede comparar un fin, el de salvar vidas humanas, y de otras especies, con un fin lúdico y festivo como es una corrida de toros. Es obvio que cazar focas no tiene ningún sentido en el siglo XXI, porque tenemos muchas maneras de abrigarnos sin utilizar las pieles de estos animales, como es obvio que tenemos muchas maneras de utilizar nuestro ocio sin necesidad de provocar dolor y sufrimiento en un animal que es criado exclusivamente para ese fin, la lidia. El utilizar animales como un medio para ver colmados nuestros deseos, conduce, cómo se hace evidente, a la extinción de muchas especies de nuestro planeta que estaban ahí para cumplir un fin determinado a través de la evolución natural.. Nuestra especie se ha dedicado durante siglos a alterar esos ecosistemas y exterminar animales que desaparecen del planeta no por los las leyes que determina la naturaleza, sino por nuestra mala utilización de los recursos.

¿Sería lógico que gocen de alguna clase de derechos los animales, mientras no sean considerados como fines en sí mismos?

No, pero podemos legislar para protegerlos, en la medida en que los consideremos bellos, útiles o valiosos para nosotros. Destrozar obras de arte está penado, pero no por ello consideramos que un picasso tiene “derecho a la vida”.

De nuevo se utiliza en la respuesta a os animales como un bien material para nuestra especie: “bellos”, “útiles”, “valiosos”. ¿Es tan complicado entender que todos estos seres vivos están ahí para cumplir otras funciones independientemente de las que les da nuestra especie? Un Picasso no tiene derecho a la vida porque no tiene vida, es un objeto inanimado, es simplemente materia, no tiene sistema nervioso, ni órganos vitales, ni capacidad de sentir, ni de sufrir, ni ser de feliz, y si se me apura, tampoco tiene alma, ni sentimientos. No se trata de legislar para protegerlos en nuestro propio beneficio, sino en el beneficio que de esa protección se incorporaría a sus vidas. Legislar para ser que no sean torturados, o utilizados como meros objetos para beneficio de nuestra especie que no estén justificados desde la visión más lógica y racional. ¿Qué sentido tiene la utilización de estos animales en los circos o en los zoos? ¿La visión de su belleza en directo? ¿Es ése el valor que deben tener para nosotros? ¿Qué sentido tiene la captura de un delfín que recorre 30 millas todos los días para meterlo en una piscina de escasas dimensiones y que disfrutemos viendo como salta y hace “gracias” para obtener un pez muerto de los que captura en plena libertad todos los días de su vida en su medio natural, el mar o el océano? Nuestra diversión no debe ser motivo para justificar su esclavitud.


¿Entonces resultaría factible (hipócritamente o no) prohibir los toros –por ucase, aseverando que son mamíferos hermosos-, pero seguir permitiendo la matanza del cerdo?

Sería factible, y de hecho ya está ocurriendo. La prohibición de las corridas de toros son una constante en la historia de Europa desde, al menos, el siglo XVIII. Incluso antes ya algún Papa se opuso a esta tradición por considerarla violenta y embrutecedora. Hoy sobrevive en España, Francia y algunos países americanos. Lo que ocurre es que, efectivamente, es una actitud hipócrita y totalitaria: como a la mayoría no le gusta las corridas de toros, se prohíben, pero se mantiene la matanza de cerdos porque la mayoría no quiere renunciar a lo que obviamente es un placer tan innecesario como asistir a una corrida (¡bien lo saben los vegetarianos!). Es un ejemplo evidente de imposición de una moralidad privada sobre otras, por muy mayoritaria que sea.

Confundimos de nuevo conceptos: ¿por qué se mata a un cerdo, y por qué se mata a un toro en una plaza? ¿El fin es el mismo? Al toro de lidia no se le mata, cómo último fin de su existencia, para la obtención de alimento, sino para el disfrute lúdico festivo de los que asisten a su muerte. Si no fuera así se le mandaría al matadero directamente, aunque debo recordar que sólo un porcentaje pequeño de éstos acaban apuntillados en un coso taurino ¿Sufre un cerdo, aplicando la legislación actual sobre este tipo de matanza, lo mismo que un toro en una plaza? No, es evidente. La legislación actual sobre mataderos se ha dictado para reducir al mínimo posible el sufrimiento de este animal una vez llegado el momento de su muerte, mientras que el toro sigue sufriendo la misma agonía que padecía hace dos siglos. Al cerdo no se le puede matar sin aturdimiento previo, al toro de lidia, sí. Las matanzas domiciliarias del porcino están prohibidas en muchos lugares, y se han prohibido para evitar lo máximo posible el sufrimiento del animal.  Otra cosa es que se cumplan las normativas. No es una cuestión de mayorías (las que consumen carne de cerdo) y de minorías (las que acuden a las plazas). No es una cuestión de hacer prevalecer la moral de una mayoría sobre la moral de una minoría. Se trata de hacer desaparecer un sufrimiento inútil, el del toro de lidia, con respecto a otro útil, el del cerdo. La especie humana, dicen que, en un momento de su evolución, decide ser omnívora, porque dado el clima, los productos vegetales perecen antes de que puedan ser consumidos, y los productos animales no. ¿Podemos pretender que nuestra especie renuncie a un tipo de alimentación que la ha hecho subsistir desde que existe como tal? Podemos, y es evidente que unos cuantos millones de habitantes del planeta han renunciado al consumo de proteínas animales: pero: ¿no resulta más sencillo, a corto plazo, renunciar al uso de animales para cubrir otro tipo de necesidad como es la diversión? ¿Justifica una práctica la existencia de la otra? La prueba evidente es que las corridas de toros han quedado reducidas a una mínima parte de los países del mundo, mientras que el consumo de carne es universal. Muchos de los países en los que se utilizaban animales para diversión y entretenimiento de sus poblaciones los han prohibido. Las corridas de toros fueron exportadas por España a numerosos países que hace más de un siglo que las prohibieron, así como otros tipos de espectáculos en que los animales eran utilizados y muertos en ellos. La humanidad, aunque de forma lenta, ha ido imponiéndose códigos morales de conducta que han redundado en una mejora de la existencia de especies diferentes a la suya, y ése, pese a las retitencias de los taurinos, es el camino, no hay marcha atrás. Hay un concepto, el de la compasión que no he visto en ninguno de los argumentos de tu interlocutor, y debo recordar que la compasión es más que posible que exista en especies diferentes a la nuestra, como también existe la empatía.

¿Por otro lado, aparte de la “incondicionalidad”, es necesaria la “reciprocidad”, para ser titular de un derecho?

No es necesaria, al menos en un sentido que voy a tratar de explicar. Obviamente, la reciprocidad jugó un papel importante en la génesis de la vida ética: sólo hay que ver el Código de Hammurabi para entender que las primeras civilizaciones, ligadas a códigos normativos escritos, concibieron la moral de un modo contractualista: “esto” a cambio de “lo mismo”. Reciprocidad de bienes y de castigos. Sin embargo, el concepto moderno de “derecho” nos lleva más allá, incluso me atrevería a decir que se construye por encima de la reciprocidad, de tal manera que el peor torturador del mundo tiene derecho a no ser torturado, el violador a no ser violado, el inútil improductivo a recibir algún alimento, etc. Los derechos remiten a la incondicionalidad de la exigencia moral que nos lleva a considerar a los humanos como fines en sí mismos, esto es, a no poder utilizarlos a no ser que ellos se presten libremente a dicha utilización. Aceptar derechos en los animales supondría, por coherencia, prohibir el consumo de carne, la utilización de animales de carga o transporte, las jaulas de pájaros y demás mascotas encerradas, la experimentación médica, etc., etc. Es decir, el fundamentalismo vegano.

Estoy bastante de acuerdo en estas apreciaciones, no hay reciprocidad de castigos en el concepto moderno del derecho, pero me resulta curioso que se diga que “los humanos no pueden ser utilizados a no ser que ellos se presten libremente a dicha utilización”. Analicemos la frase, analicemos el mundo actual, y veremos la poca verdad que se encierra en ella. Los humanos, muchos humanos, son utilizados por miembros de su misma especie, sin su libre aceptación. Los derechos humanos no existen en muchos colectivos de nuestra sociedad. Ejemplos de la utilización de los menos favorecidos por los más favorecidos, podemos encontrarlos sin necesidad de rebuscar demasiado.
El error está en el mismo concepto que se quiere dar a los derechos que pedimos para animales. Sabemos, somos conscientes, que los diferentes derechos que son atribuidos a la especie humana, no pueden ser atribuidos al resto de las especies. Es obvio que un pato no debe tener derecho a una vivienda digna, a una sanidad gratuita, o una educación obligatoria, y no podemos pedirlos para él, simplemente por su naturaleza. Pero, ¿podemos pedir el derecho para un toro de lidia a que no sea utilizado como diversión por parte de nuestra especie, diversión que lleva implícita el maltrato, y la tortura en un ruedo? ¿Podemos pedir el derecho para una cabra que es arrojada desde un campanario no se arrojada y muera del impacto contra el suelo? ¿Podemos pedir el derecho para un perro que es introducido en un recinto cerrado para que otro de mayor fuerza física se entrene en las artes de matar para cuando se tenga que enfrentar a otro de sus mismas características? ¿Podemos pedir el derecho para un gallo de pelea, derecho de evitarle los daños físicos y una muerte cruel bajo el pico y las garras de otro gallo? ¿Podemos pedir el derecho para estos animales para que no sean utilizados en este tipo de costumbres más acorde con los bárbaros de tiempos pasados que con nuestros códigos de conducta morales que debemos mejorar día a día con respecto a ellos? ¿Podemos pedir el derecho para un galgo que es colgado de un árbol para que no sufra una muerte agónica? No es podamos, es que tenemos la obligación de pedirlos, y la tenemos por nuestra capacidad de razonar y de desarrollar y entender lo que es bueno, y lo que es malo, lo que nos hace humanos o salvajes. Y llamadlo como queráis, pero una vez obtenidas estas peticiones, y regladas por Ley, los animales que eran sometidos a esas prácticas, habrán obtenido derechos, y el que no los respete podrá ser condenado. Es de nuestra humanidad de donde nace el concepto del derecho, y su justa aplicación, es lo que debe hacernos diferentes.
Sobre la amplitud que debemos o podemos dar a esos derechos que debemos otorgar a los animales, ya he matizado algunas cuestiones en mis opiniones anteriores. Es muy sencillo: pedimos el derecho a que se respete al máximo la naturaleza, los hábitats que ocupan las distintas especies, y su derecho a no ser utilizadas en manifestaciones que atentan con lo que se conoce como bienestar animal.
No creo que haga falta echar mano de lo que tu interlocutor llama “fundamentalismo vegano”, para entender mi argumentación. No soy vegano, y no me hace falta serlo para defender mi discurso.

En algún lugar escribiste lo siguiente:

“…se puede entender el padecimiento de los pollos enjaulados y su posterior decapitación antes de llegar a mi plato aromatizado con limón y romero, pero no el padecimiento del toro para diversión del populacho. Pero ni el pollo es necesario para mi supervivencia, ni nadie dice que la supervivencia sea lo único que justifica el maltrato al animal. Si verdaderamente creyéramos, como afirman los veganos, que todo ser con sistema nervioso o capacidad de sufrimiento tiene derecho a la vida, ¿por qué no cerrar los mataderos y las carnicerías y sustituirlas por plantaciones de soja...”.

En primer lugar debemos aclarar que las normativas europeas en cuanto a la explotación de los pollos van a cambiar en un breve espacio de tiempo. Van a gozar de más espacio de movimientos y se va a tender a un sistema de explotación diferente. Añadamos a esto que cada día son más los consumidores que optan por la compra de huevos de gallinas criadas en libertad, y el consumo de carne de aves sometidas a una explotación en semilibertad, es decir, animales que no viven en jaulas, y que se someten a los ritmos de luz naturales. Dicen los dueños de las explotaciones de pollos en batería que el producto final, siguiendo los métodos señalados, es más caro, pero no es cierto. Y de nuevo podemos volver a incidir en el fin de este tipo de explotación animal: por un lado la alimentación de los que mayoritariamente no son veganos, que no vegetarianos (que incluyen en su alimentación los huevos), y los que se divierten o divertían (porque ya se ha prohibido), colgando gallinas de cuerdas y decapitándolas montados a caballo.

¿Consideras que las atrocidades que se infringen contra los animales, justifican otras atrocidades?

No sé si entiendo bien la pregunta. Creo que no hay una forma objetiva de medir qué atrocidades son justificables y cuáles no. Para un ecologista al uso, se puede matar animales para comer, pero no para divertirse. Para un vegano, en cambio, ambas acciones son literalmente “asesinatos”. Desde mi punto de vista, la posibilidad de ser matado por otro ser vivo es una ley que rige la vida natural: por eso no llamamos asesino al león que se come a la gacela, ni al gato que mata a la lagartija “por diversión”. En cambio, la vida humana está regida por un contrato universal más o menos explícito en torno a lo que es inviolable, contrato que constituye nuestra distancia con el resto de seres vivos.

Es evidente que si hay una manera de medir atrocidades, y de justificarlas, y habría que analizar lo que es o no es una atrocidad. Las leyes naturales establecen que un animal, el león, maté a una gacela o a una cebra para sobrevivir mediante la satisfacción de sus necesidades nutritivas sin cuya obtención desaparecería de la faz de la tierra. ¿Ha visto tu interlocutor como mata un felino de este tipo a uno a de los animales que le sirve de sustento? ¿Ha hecho el cálculo de éxitos-fracasos en cada intento de caza que inicia? La mayoría de las veces, su presa escapa de sus garras y de su boca, mientras que el toro de lidia jamás, salvo que sea indultado, escapa de un ruedo. La muerte de una gacela o de una cebra carece del dramatismo que rodea la muerte de un bóvido en una plaza. Una de las leonas ataca la yugular del animal, y el resto la tumba e inmoviliza. Son segundos lo que tarda en perder la vida. La agonía de un toro dura 15-20 minutos, y el torero y el público que asiste a su muerte no persigue como fin último el alimentarse de él tras su muerte. Ya he aclarado anteriormente la razón por la que un gato mata a una lagartija y que nada tiene que ver con la diversión que asegura tu invitado. En la naturaleza más salvaje también existe un contrato, mucho más universal que el nuestro, el que se desarrolla en base a leyes naturales de supervivencia. Este tipo de contrato si es que es inviolable, mientras que los que los nuestros son violados a diario.

Quiero decir, que las langostas sean echadas al agua hirviendo, a los cangrejos se les ampute una pata para que la otra crezca desmedidamente y se deforme y a las aves se les hinche el hígado artificialmente (para el paté); ¿pueden justificar alguna otra barbaridad que se cometa contra los animales?

Por supuesto, a eso me refería. La naturaleza no exige justificaciones morales: no hay nada más anti-natura que la moralidad humana. Un león devora, aún viva, a una cría de gacela; un gato tortura a una lagartija: el primero sobrevive; el segundo, sólo juega. Ambos están más allá del bien y del mal. Siempre me ha parecido paradójico que, en nombre de los animales, se demuestre tanto desprecio por la libertad, la inmoralidad y la inocencia de la vida animal.

Es evidente que los animales, salvo los de la especie humana, estén “más allá del bien y del mal”. Somos nosotros, a través de nuestra capacidad de razonar, los que establecemos dichos conceptos morales. En ninguna actuación de un animal que no sea humano existe la inmoralidad como es evidente. Todos ellos son inocentes de sus acciones. Y ahora toca preguntar: ¿es moral convertir el hígado de un pato en paté? Personalmente dejé de ingerir este tipo de alimento hace muchos años, pero no he dejado de alimentarme de carne de vaca, pollo, o cordero, o de comer pescado, cosa que hago cada vez con menos frecuencia. ¿Es lo mismo obligar a ingerir aceites a una oca o a un pato mediante un embudo que dejar que una vaca paste en una pradera comiendo lo que la naturaleza ha dictado que coma para ser luego sacrificada en un matadero y obtener la carne de la que nos alimentados? ¿Tienen estos dos tipos de prácticas las mismas consecuencias fisiológicas para los dos tipos de animales? ¿Sufre la vaca cuando come pasto? ¿Sufre la oca con la “empapuzan” con aceite? Es evidente que, en un caso no, y en otro si. Un organismo, el de la vaca, realizará sus funciones metabólicas con absoluta normalidad, y otro organismo, el del pato o el de la oca, no. No es natural convertir un tejido hepático normal de un ave en un tejido graso, ni lo es, ni es moralmente admisible cuando el único fin es obtener un supuesto manjar para determinados miembros de nuestra especie, que ni tan siquiera saben en muchas ocasiones el proceso de elaboración que ha llevado éso que se están metiendo en la boca.

¿Podría nuestra especie sobrevivir sin esas justificaciones morales que tu interlocutor califica como anti-natura. Para mí no son anti-natura, sino naturales dentro de los códigos de conducta que deben regir nuestros modelos de convivencia en cuanto a especie. Midiendo el gradiente de sufrimiento animal, ¿es igual el que padece una langosta hervida en agua que el del toro en una plaza? Pues hombre, comparando el desarrollo de su sistema nervioso me parece a mí que no, y volvemos al fin tan diferente que tienen ambos tipos de acciones.

A mí, en una ocasión, en un debate en el que estuve en una televisión española, me compararon el sufrimiento del toro durante la lidia, con el de una almeja viva a la que se echa limón, y se mastica posteriormente en la boca. Juzguen ustedes mismos.

¿Estás de acuerdo con las leyes existentes que protegen en cierta medida a muchos animales, entre los que no se encuentran los toros?

Las legislaciones al respecto cambian mucho de un país a otro. Habría que analizarlas una a una y ver qué aporta cada uno en según qué casos.

Es indudable que las legislaciones que se adapten mejor a un mayor respeto a los animales, y a su entorno, serán las más positivas.

En España particularmente. Uno no puede salir a la calle a cazar palomas, pero sí se pueden montar corridas de toros.

Ignoro si cazar palomas está prohibido, y las razones para ello. Siempre digo que podemos proteger a los animales del mismo modo que protegemos las catedrales o las playas. Es obvio, en el caso concreto que me planteas, que las corridas de toros no implican los inconvenientes habituales que vuelven necesario legislar nuestra relación con los animales: no hay peligro de extinción de la especie (más bien al contrario), el animal muerto es vendido para su consumo, no atenta contra la seguridad pública, etc. En realidad, la plaza de toros puede considerarse metafóricamente como un hueco de naturaleza en medio de la civilización: el hombre se adentra en el mundo hostil y violento del animal salvaje para representar una lucha a la que él se presta, atacando. No veo nada punible en ello, ni creo que pueda compararse al maltrato de animales domésticos, como entiendo que uno no pueda pasearse por la ciudad disparando a las palomas.

Desconozco el tipo de festejos taurinos que se desarrollan en vuestro país, pero decir que los espectáculos con toros de lidia no atentan contra la seguridad pública es desconocer de lo que está hablando. Son muchos los muertos que se producen en este tipo de espectáculos, y supongo que habrá estadísticas que lo demuestren. ¿No es un atentado para la salud las cornadas que recibe un torero? También se dan en ocasiones situaciones como el salto de un toro a las barreras de las plazas hiriendo al público asistente.  Muchas corridas de toros se celebran tras un encierro previo en el que se dan casos de muerte. Menos mal que las plazas son metafóricamente un hueco de la naturaleza dentro de la civilización. ¿Qué hay de natural en una corrida? Todo está reglamentado y calculado para llevar al toro a los engaños, y a una muerte segura. No veo nada de natural en ello, todo es forzado. Lo del mundo hostíl y el animal salvaje que se presta a la lucha ya lo he aclarado en otro apartado, y no tiene nada que ver con la realidad de una lidia. El toro se limita a defenderse de un ataque estudiado y premeditado. Es evidente que el mundo hostil y violento del toro de lidia, que no existe por cierto, se pueda poner de manifiesto en un ambiente tan artificial y desconocido para el animal como es un coso taurino. Yo si veo algo punible, el hacer de una manifestación de maltrato un espectáculo público, nada comparable al sacrificio de una res en un matadero, o  echar una langosta viva al agua hirviendo. Con respecto a esto último, hay gente que antes de introducirla en el agua, la parte en varios trozos antes con un cuchillo, todo esto en vivo, porque dicen que así tienen mejor sabor. Las palomas son exterminadas cuando es necesario por los ayuntamientos de las ciudades en las que resultan molestas, pero también es cierto que hoy en día se utilizan otros métodos menos radicales como es alimentarlas con comida que contiene hormonas que impiden su reproducción, o impidiendo que sus huevos se desarrollen. Me gustaría saber la razón por la que esto no es comparable al maltrato a un animal doméstico. Para mí es un sin sentido.

¿Te parecen más consecuentes con sus ideas los veganos, que los que proponen evitar torturas “por capricho” en los infrahumanos?

Todo fanatismo suele ser muy coherente con sus propios dogmas. El problema es que no sabemos qué significa “por capricho”. Para un aficionado a la tauromaquia, el toreo no tiene nada que ver con el que da una paliza a un perro, y no es más caprichoso que quien come huevos sabiendo en qué condiciones viven las gallinas y siendo consciente de que no le hace falta para sobrevivir. Es un problema de vivencias, de cómo percibe cada hombre el sufrimiento del animal.

El sufrimiento animal tiene una serie de parámetros a través del que puede ser medido, y el del toro de lidia, durante su estancia en el ruedo, está perfectamente estudiado, y han sido muchos los datos que yo he aportado al respecto. Nadie se puede escudar en la ignorancia; ni puede ni debe. El día de Nochebuena, hablaba con mi hermana y mi cuñado, muy aficionados a las corridas de toros, del tema de cómo se elaboraba el paté de pato y de oca, que por cierto pusieron encima de la mesa para cenar, y cuando empecé a explicarles el proceso de cómo se obtenían esos hígados no me dejaron continuar, me declararon que preferían seguir comiéndolo y disfrutando de su saber sin saber nada más. Hablamos de un médico y de una enfermera. Bueno, volvemos a la ignorancia consciente, mucho peor que la ignorancia inconsciente. Tildar de fanatismo a los que han elegido como opción el veganismo me parece razonablemente equivocado, pero bueno, tampoco soy yo quién para juzgarles, aunque en ocasiones discrepe de algunos de sus postulados, dejando constancia de que me merecen mi máximo respeto.

Si los animalistas en general, se pusieran de acuerdo en que no se debe matar animales, salvo para alimentación en países subdesarrollados y cuando se trate de investigaciones científicas que podrían mejorar las condiciones de vida de la especie a la que pertenece la víctima o de la especie humana, ¿Sería ésta una política ecuánime?

Es, al menos, a donde parece conducirnos el espíritu del tiempo. Se trata, sin embargo, de una aberración por la que la sociedad moderna, dominada por un puritanismo proto-budista, prohíbe al individuo aquello que forma parte de su naturaleza (y de la naturaleza en general) desde el inicio de su existencia en la Tierra: la utilización de los animales para su propio provecho. He llegado a leer en algún sitio la bobada de que la culpa la tiene nuestra herencia judeocristiana, que nos hace concebir a los animales como dispuestos para el hombre. Pero ¿acaso participan de esa herencia judeocristiana todos los miembros del reino animal cuando tratan a las otras especies como dispuestas para ellos? La naturaleza es el espectáculo de un universal, inmenso y cruel expolio de unos sobre otros. Los hombres jugamos otro juego que llamamos moral. Pero es nuestro juego. Ya está bien de esta moralina que los animalistas proclaman urbi et orbi. Y, por último, si les hacemos caso, ¿por qué conformarnos con esto? ¿Por qué no perseguir a todos los seres vivos que causan sufrimiento a otros? ¿Por qué no salvar a las focas del ataque de los tiburones? Sé que estoy exagerando, pero si se trata de evitar el sufrimiento de los seres sintientes, la caricatura que acabo de hacer sería la consecuencia lógica de toda esta locura.

Efectivamente creo que tu interlocutor está exagerando, y que lo que hace es una caricatura. La cuestión está en quién provoca el sufrimiento, y en la manera en como lo lleva a cabo. El tiburón que se come a un ser humano, o a otro pez no es consciente de que le está haciendo sufrir, ni la leona que atrapa a una gacela. Los animales son capaces de sufrir, sienten las alteraciones orgánicas que les provoca el sufrimiento, son capaces de percibir y sentir el dolor, del que la naturaleza les ha dotado como un mecanismo de defensa, pero no tienen conciencia de que cuando clavan sus dientes en su presa le estén provocando ese tipo de sensación. Cuando un perro o un gato me muerden en la clínica lo hacen para defenderse, no hay nada más en su acción. Nosotros si sabemos que cuando a un toro se le clava una puya, una banderilla, un estoque, un descabello o una puntilla, le estamos haciendo sufrir, tomamos conciencia de ello, pero no nos causa el mínimo reparo, obviamos ese padecimiento en aras de nuestro ocio y diversión. ¿Es esto moralina? La corrida de toros no es un fenómeno natural como puede ser que un tiburón ataque a una foca y acabe con ella a dentelladas. Si todos los espectáculos sangrientos y crueles que ha ideado el hombre a lo largo de su historia siguieran vigentes podríamos aceptar la argumentación de tu invitado, pero es evidente que con el tiempo han ido desapareciendo, y los que quedan también lo harán. La razón es sencilla, y nace del conocimiento que nos han dado ciencias como la etología y la neurofisiología, y de otras como la filosofía y la ética. Y se trata de eso, el juego con la moral, que debe conducirnos a evitar un sufrimiento inútil a esos seres a los que creemos poder dominar, pero que cuando nos enfrentamos a ellos en su ambiente natural nos demuestran que no es tanto nuestro poder sobre ellos, y de cuya observación tenemos muchas cosas que aprender. Y sí, efectivamente, es el “espíritu del tiempo” en que nos ayudará a terminar con esta barbarie, el espíritu que desarrolla las conciencias.

¿Qué le contestarías a un vegano que sostenga que los tiburones que comen focas no tienen posibilidad de elegir, lo necesitan para su supervivencia y carecen de racionalidad?

Para empezar diría que la supervivencia no es lo único que justifica el uso de animales: ¿estaríamos obligados a aceptar unas condiciones de vida lamentables para nosotros –con faltas de vitaminas, minerales, sin los avances médicos de la experimentación animal, etc.– para aceptar esta aberrante idea de “derecho animal”? Aún más: ¿cómo se puede exigir al hombre desocupar su lugar en la cadena trófica para satisfacer las exigencias emotivas de una minoría?

Pero ante todo, diría que con esa respuesta se está eludiendo el problema. Porque la cuestión no es, en efecto, que los tiburones dejen de comer focas, sino que –según plantea el activismo vegano– los seres conscientes, racionales, capaces de elegir, deberíamos hacer todo lo posible para evitar el sufrimiento de los inconscientes animales, creando técnicamente las condiciones para ello. Esto convertiría, por poner un ejemplo pedestre, en un deber moral el que yo impida a mi gato juguetear con la cabeza de la lagartija. Él no sabe lo que hace: pero yo sí, y debo evitar el sufrimiento (entendiendo, claro, que la frustración de mi gato no se considere sufrimiento). En realidad, todo esto muestra que para los veganos, como ya he dicho en otras ocasiones, la cuestión verdaderamente importante es la domesticación del hombre: ven con absoluta indiferencia los infanticidios, violaciones y sufrimientos en el reino animal, siempre que no sea el hombre el autor. Lo que les preocupa es convertir al hombre en el único animal completamente doméstico, de manera que su supuesto anti-antropocentrismo se les vuelve en contra: nada hay tan antropocéntrico como este moralismo lleno de escrúpulos que pretende colonizar toda la naturaleza con una moralidad que la naturaleza misma desconoce y rechaza.

Lo que no se conoce no puede ser rechazado, así que, la naturaleza no rechaza nada, sigue su curso hasta donde la especie humana se lo permite. Y es efectivamente por lo que apuntado anteriormente que rechazamos cualquier tipo de violencia que nace de la mano y del pensamiento del hombre con respecto a los animales. Lo del gato ya lo he explicado: es su instinto natural y su aprendizaje es el que le lleva a mover la cabeza de la lagartija, por lo que tu interpretación es errónea, y no sabes la razón por la que lo lleva a cabo. Volvemos de nuevo como se apunta a la consciencia o inconsciencia del que provoca el sufrimiento, que es el fondo del debate, y a la naturaleza del que actúa. Los infanticidios, violaciones (¿) y sufrimientos en el reino animal tienen un único fin, la reproducción, la jerarquización (en aquellos animales que establecen status de dominancia dentro de su grupo) y la obtención de alimentos para la supervivencia de las especies. ¿Hay algo que reprobar o modificar en ese tipo de comportamientos por parte de nuestra especie? La posición en la cadena trófica del hombre es la que ha llevado al planeta a la situación límite en la que se encuentra, a hacer desaparecer millones de especies, y a provocar los grandes desajustes que la naturaleza, y que esa cadena que nombras padece.
































1 comentario:

clariana dijo...

Si por lo que tiene que pasar un toro en la plaza es ya muy horrible, los animales que están en el laboratorio es algo que desborda todos los límites de la crueldad humana, tan "asesino" sería un ser que experimenta con un animal en vivo como un torero, aunque las finaldades sean distintas, pues la primera es prescindible: un espectáculo y la segunda se utiliza para otra finalidad más necesaria.
Ver a esa cabra en una jaula, pensando en lo feliz que podría estar trepando por la montaña y además esperando esos suplicios que le van a infligir; ver a un conejo tan pacífico, sometido a esos líquidos que le ponen constantemente en sus ojos, hasta hacérselos ulcerar y quedarse ciego, son aspectos que no dicen nada de bueno en cuanto al humano y desgraciadamente nadie estamos libres de culpa, pues todos en un momento u otro hemos tomado y tenemos que tomar fármacos. Recuerdo un momento de mi vida en que quise prescindir de médicos y me fui a un médico naturista, duró un tiempo, pero al final acabé otra vez como la mayoría en la seguridad social o más tarde la MUFACE, por razones económicas.
Es lo de siempre, incluídos en la gran masa, somos partícipes de muchas cosas que a nivel individual no nos gustan y que si fuera así más personal, seguramente muchos nos negaríamos a ello. Yo siempre he pensado que muchas personas si tuvieran que matar al animal que se están comiendo por compra en los supermercados, que queda como muy limpio, muy empaquetado, muchas no comerían carne.
Un recuerdo que tengo bastante chocante con respecto a la educación en los colegios y la experimentación:
Badalona (Barna.), años 80 Una reunión extraordinaria de maestros por una problemática que surgió con uno de los profesores de 2ª etapa, entonces. El profesor había dado una bofetada a un niño y el director le recriminaba esa conducta.
El profesro argumentó: En primer lugar que se trataba de una "bofetada pedagógica" o sea, una de ésas que se han de dar en un momento determinado por alguna cuestión oportuna, no por cebarse con el niño, ni hacerle daño.
Entonces, como la cosa no se arreglaba, no se le comprendía lo que trataba de decir, pues él dijo lo siguiente:
Que le parecía mucho menos educativo y más grave, utilizar la vida de las ranas en una clase de Ciencias Naturales, para el aprendizaje experimentando con ella.
Yo me quedé bastante impresionada, pues realmente es nefasto que en una edad tan crítica como es la adolescencia tengan ese contacto con el animal tan poco educativo, en lugar de conocerlos en su verdadero medio como es la Naturaleza y verlos allí actuar y dsfrutar.
Bueno que aún cuando es muy interesante el vídeo que has puesto en el otro blog, me han dado muchísma lástima y me preocupa esa notícia que ha comentado la interlocutora de ese laboratorio de Granollers, espero que haya denuncia. Excelente el debate por tu parte y valorable por la parte que no comparto, pero que lo han facilitado.